Y no necesariamente tiene que ser una mirada que compartan solo dos personas, quizá la más bonita de las miradas es la mirada que el resto también ve, porque si otras personas también pueden sentirla, su valor es incalculable.
Por ello, no temáis a mirar a las personas que queréis a los ojos, no sintáis ni un ápice de miedo por esa mirada tímida y a la vez poderosa.
Todos tenemos derecho a la complicidad.