- Hace un día estupendo, la verdad. La pena es que no pueda acercarme al mar y darme un buen baño.
- ¿ Y por qué no puedes ? Estamos a dos pasos del infinito azul.- te respondí mientras limpiaba las mesas del bar y me retiraba los mechones que caían sobre mi frente.
- Bueno... es que ir a la playa solo no me apasiona mucho. Prefiero disfrutar del Sol con alguien.
-Solo no vas a estar. Son las doce y media de la mañana y la playa está a reventar. Por eso no te preocupes.- te dije obviando tus intentos de flirtear conmigo.
Me di la vuelta, y sin quererlo ni esperarlo me sonrojé. Recogí los vasos de la mesa contigua a la tuya y esperé a que me respondieras con otra frase ingeniosa propia de un don Juan.
- Buenos días, ¿ cuánto...
- Qué pesado eres, ¿no?
- ¿ Perdona ? Acabo de llegar, señorita.- me anunció un hombre de mediana edad que estaba sentándose en la silla dónde tú te encontrabas, con tu pelo ensortijado y tus ojos negros que encerraban un mundo nuevo por descubrir.
-¡ Ay ! Señor, lo siento mucho por contestarle así. Creía que era otra persona.
-No me trates de usted, hombre. Estoy en la flor de la vida, ¡ casi como tú !- chasqueó guiñándome un ojo.
-¿ Desea algo ? ¿ Una cerveza o un granizado ? - cambié de tema al advertir que mi jefe había salido de su cuartito para recoger las cajas que había traído el distribuidor.- Pues antes he intentado preguntarte a cómo están las cervezas pero casi me abofeteas - volvió a bromear a la vez que se sacaba del bolsillo un paquete de tabaco Lucky Strike.
Te busqué con la mirada mientras servía la cerveza. “¿ Se habrá molestado ? “ pensé. “ He sido muy cortante, no me había dicho nada desagradable y yo le he contestado muy mal “ me recriminé.
-Muchas gracias, muñeca. Sí, muy buena, refrescante – sentenció aquel hombre de la mesa 3. La mesa de la que te alejaste sin decir ni un simple adiós.
¡Ya!. ¡Para ya! ¿ Eres tonta o qué? Parece que el mundo se ha parado porque un chico al que no conozco de nada se ha marchado del bar. ¿ Y qué ? Hay un montón de chicos que pasan todas las mañanas por aquí, y por la tarde igual. Por ejemplo, el que está entrando ahora mismo es... bueno... es mono, pero no como... ¡ No ! Por Dios, para de pensar en él.
-¿ Hay alguien ahí ?- me preguntó el jefe apuntándome con la lucecita del llavero que le había regalado esa misma mañana un cliente que se pasaba la vida en el bar. Un día estuve pensado que le vendría mejor dormir aquí porque se ahorraba el trayecto a casa. En cuánto abrían el bar, él ya estaba sentándose en su taburete de siempre pidiendo un cortado con mucho azúcar. ¿ No tenía vida personal ?
- Sí, sí. Dígame. - dije moviendo la cabeza de arriba a abajo.
-Ay, ay, estos jóvenes de hoy en día... Ya lo decía mi padre : “ Hijo, cuando tú tengas 50 años te darás cuenta de lo perdido que andabas a los 18 “ Y sí, es verdad... Bueno, qué me voy por los cerros de Úbeda. Un chico que estaba aquí antes me ha dado este papel para ti. Ya te he dicho que no puedes coquetear con los clientes, Elizabeth, pero esta vez te lo paso, ¿ entendido ?
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