Los lugares donde no se ha amado ni se ha sufrido, no dejan en nosotros ningún recuerdo

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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Con los Cinco sentidos


Visión turbia, difusa. Colocaba las manos frente a mí y no era capaz de distinguir sus perfiles. La ventisca me arrastraba sin rumbo alguno y mi fragilidad física no evidenciaba ningún antagonista posible para el raudo torbellino.

Mis pies eran meros títeres controlados por el viento: avanzaban hacia un límite anónimo y oculto pero de forma involuntaria. Yo no era la ejecutora de esos pasos, una garra exterior a mi ser me agitaba descontroladamente sin enmienda.

Súbitamente sentí una caricia en el cuello. Tenue y delicada a la par que vehemente. Mi pelo, hasta entonces desaliñado, empezó a controlar su rebeldía nocturna.


-          Acércate, mi sueño. Ven. Estoy aquí.

Su voz se introducía en mi corazón y aceleraba mi ritmo cardiaco. Tanteé el camino que me separaba de Apolo pero la cruda realidad se impuso de nuevo. El amanecer alargó esa distancia hasta límites que encogían mi corazón.

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