Los lugares donde no se ha amado ni se ha sufrido, no dejan en nosotros ningún recuerdo
lunes, 9 de agosto de 2010
Con los Cinco sentidos
Salí al porche.La oscuridad reinaba en el firmamento y en mis pensamientos.
Me estremecí al sentir las uñas del gélido viento aferrarse a mi camisón y tirando de él hacia el horizonte indivisible. Abracé mi cuerpo con fuerza para que el golpe del vendaval no fuera entumecedor.
Desde muy pequeña me agrada salir por las noches al campo de la casa de mi abuela.Encontrar mi cuerpo con el viento y sentir como los dos pelean para demostrarse mutuamente su superioridad.
Mis pies descalzos jugaban con la tierra húmeda que había despertado con mis pisadas. Por la mañana era casi imposible tocar ese suelo que ahora era mi sustento.El Sol hacía su tarea y calentaba eficazmente toda la superficie que se convertía en aceite ardiendo.
Por eso aprovechaba las horas de tinieblas para hundir los pies y disfrutar de esa tierra que desaparecería en cuanto la mayor de las estrellas despertara.
Los árboles discutían entre si , y sus gritos se ahogaban cuando el viento dejaba de alborotar sus atolondradas copas.
Me acerqué al pino más señorial y me aferré a su robusto y evaporado cuerpo. La bora acechó con mayor ferocidad.Mis mejillas enrojecieron como si de una bofetada se tratase.Tuve que sentarme bajo el árbol y afianzarme a su tronco. Por encima de mi pelo aturdido y licencioso cada rama del pino danzaba sin un ritmo fijo.
Cegué mis ojos. La lobreguez que apreciaba con los ojos cerrados era muy similar a la que se divisaba aquella noche en la bóveda celeste.
-¡ Alieen ! ¿ Se puede saber qué haces? Hace muchísimo frío. Anda métete en casa hija.
Mi abuela ya había caído en la cuenta que mi cama estaba vacía. Sabía perfectamente que me encontraría fuera, no como por las mañanas, que me pasaba las horas muertas tumbada en la cama.
-No, abuela. Estoy genial aquí. Dentro de un rato entro, tranquila.
-Pero es que vas a coger una pulmonía- tocó mi cara con el dorso de la mano y se alarmó ante la temperatura de mis mejillas- Cariño, por favor, estás helada. No lo hagas más difícil.
-No tengo frío ,abuela. Tú vuelve a casa , que en nada estoy contigo.
Mi abuela no pudo hacer otra cosa que tolerar mi decisión y darme un beso en la frente.
Ya no tenía la garra que la caracterizaba en su juventud. Prefería no discutir y dejarme hacer lo que quisiese, así no se sentía culpable de mi hastío el resto del día.
Me levanté y sacudí del pijama los vestigios de rocío y tierra que se habían asentado en él.
Agudicé mi oído. Se acercaba una tormenta, de la grandes. Estaba convencida.
El momento idóneo para acercarme al lago.
Era realmente peliagudo andar con normalidad si una fuerza impetuosa te lanzaba hacia el sentido contrario.
Desde lejos me asemejaba a una camisa blanca recién tendida. Intentaba escaparme, ser libre, pero las pinzas no consentían que volara lejos. Yo misma no permitía que el ciclón ganara la batalla.
No veía muy bien por donde andaba, pero el clamor de las aguas traviesas me guiaban hacia el buen camino.
Ahí estaba. Seguía en su sitio. Nuestro banco.
Me acerqué con cautela, como si el temor se apoderase de mí. Era un sensación incomparable.
Nostalgia. Pero también alborozo al evocar en mi cabeza esos momentos distantes, pasados.
Me senté en mi lado del banco. En el otro siempre se colocaba él.
La ráfaga de viento continuaba su viaje. Envolvía mi joven alma y la elevaba. Mi cabello se alejaba del rostro envarado y regresaba a mí con salvajismo. Recogí
cada uno de sus mechones y los uní en una coleta alta.
Levanté los brazos, estirando todos mis músculos, sintiendo el aire chocando contra mí.
Es el momento. Los truenos comenzaron su melodía con algunos toques de luz, luz radiante. El mejor de los conciertos.
La tempestad comenzaría su espectáculo en cuestión de segundos. La humedad ya se percibía en el ambiente. Me hacía sentir grande, poderosa.
- Vista,oído,tacto,olfato... casi todos mis sentidos se están deleitando en este preciso instante.
La lluvia se precipitó hacia el suelo. Se estrellaba con elegancia y luego recorría todo mi camisón hasta llegar a su destino. La tierra se mezcló con el agua y creó un barro que saturó mis pies descalzos. No me importa.
-¿ Y el gusto? ¿ No vas a agradar tu quinto sentido?
Esa voz. No puede ser. Mojada totalmente de arriba a abajo , me di la vuelta. Las gotas caían ahora con más fuerza. Los truenos hicieron su aparición de nuevo y los rayos decidieron acompañarles jugando entre ellos a ver cuál era el más refulgente de todos.
-Apolo...- suspiré como si mi alma se escapara. Recogí los trozos que quedaban de mí cuando su mano tocó con sutileza mi barbilla y me obligó a elevar la vista.
-Estoy aquí .Contigo.- me agarró la mano con dulzura- Ya veo que te siguen entusiasmando las tormentas. Me ha costado encontrarte, eres una joya más de la naturaleza.
-¿ Por qué has vuelto?- pregunté con miedo a la respuesta.
-¿ Importa eso? Alieen, tu quinto sentido está esperando, no seas cruel con él. ¿ Te acuerdas? Solo me besabas cuando tus cinco sentidos estaban en acción.
Continuará...
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